miércoles, 6 de febrero de 2013

Ángeles de la guarda



No va a mover la ruleta del ratón por usted mientras lee este reportaje, pero en este preciso instante lo está leyendo a su lado. Esta mañana desayunaron juntos y la última vez que entró en un bar también le acompañó, aunque no tuviese que pagarle el café. Es su ángel de la guarda; el guardaespaldas que Dios le ha asignado. Pero tranquilo, no se asuste, ni se ría... no se trata de una broma. Renuncie a buscar a su alrededor un tipo de tirabuzones rubios y alas blancas.

Tampoco habrá un fornido hombre de negro, pertrechado de gafas oscuras, chaleco antibalas y radiotransmisor en el oído. No lo encontrará a golpe de vista. No lo verá... aunque esté ahí. A pesar del cauteloso silencio que guarda la Teología actual en torno al ángel custodio ─por lo complicado que resulta su estudio─, su existencia forma parte del Magisterio de la Iglesia católica y es considerada una verdad de fe. El Catecismo aunque no explica los pormenores de su labor, no deja lugar a la duda en lo esencial: «Del comienzo a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia e intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida». Así de tajante y así de eficaz. Nada que ver con la visión infantil y fantástica que suele rodear a esta figura, presente en las oraciones de los más pequeños de la familia en busca de amparo.

Ángel de la Guarda,
dulce compañía,
No me desampares,
ni de noche ni de día,
si me dejas solo,
qué será de mí,
angelito mío,
ruega a Dios por mí.

Pero, si no posee la apariencia tradicional con que se ha representado a los ángeles a lo largo de la Historia y tampoco se trata de un simple cuidador de niños, ¿quién es y cómo actúa nuestro ángel de la guarda? El sacerdote Ángel Castaño, profesor de Teología Sistemática en la facultad San Dámaso de Madrid, contesta a esta pregunta: «Como todo ángel, es un ser creado por Dios, personal, espiritual, inmaterial, inteligente, libre e inmortal, encargado de asistirnos y ayudarnos en el camino de la salvación. Para ello se dirige a nuestra voluntad». Se trata, por tanto, «no de un mediador entre Dios y nosotros, porque el único mediador entre el Padre y los hombres es Jesucristo ─y de modo derivado la Virgen María─, sino de un mensajero-instrumento cuya misión es protegernos», destaca Castaño. O lo que es lo mismo, un escolta personal enviado por Dios para que nos acerquemos más a Él. 

SIGA MIRANDO AL CRUZAR LA CALLE.

Eso sí, aunque su misión es proteger al hombre no confíe en su ángel custodio a la hora de cruzar la calle sin mirar o si pretende tocar un enchufe con las manos mojadas, porque esa protección se da «en orden a la salvación del alma, de forma que nos ayuda a descubrir y seguir la voluntad de Dios, persuadiendo a nuestra inteligencia y a nuestra voluntad para hacer el bien», resalta el sacerdote. De este modo, cada ángel de la guarda intenta conducir sutilmente al hombre por el camino correcto a través de estímulos que van «al intelecto, a los sentidos y a la imaginación».

Una opinión que Castaño emite basándose en las enseñanzas de santo Tomás de Aquino, cuya obra «Summa Theologica» dejó establecidos alguno de los conceptos que la angeología actual asume como buenos. Por ejemplo, el santo medieval afirmó que la compañía de este guardaespaldas del alma es vitalicia. Incluso después de la muerte, nos acompaña en el cielo. También aseguró que todo hombre, fuese o no bautizado, gozaba de su protección angelical. Otros Padres de la Iglesia como san Basilio o san Juan Crisóstomo, sin embargo, no compartían aquella opinión. Para ellos, sólo los miembros de la Iglesia, los fieles que habían recibido el bautismo, contaban con este asistente divino.

El profesor Francisco Javier Sesé, director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad de Navarrra, no sólo se suma a la tesis de santo Tomás, sino que afirma apoyándose en la Tradición de la Iglesia, que existen ángeles «especializados», es decir, «protectores de familias, instituciones y misiones especiales o de riesgo dentro de la Iglesia y de la Humanidad». Un matiz importante porque supone que Dios no solo envía su protección a los cristianos, sino a todo hombre «siempre que sean cuestiones acordes a la voluntad del Señor», explica Sesé. Y que nadie piense que estas afirmaciones son fruto de la superstición popular o de oscuras etapas de analfabetismo «Cuando hablamos de Tradición ─apunta─ no queremos decir "tradiciones populares", sino testimonios arraigados durante siglos, apoyados en la Liturgia, en experiencias de santos y en textos escritos por Padres de la Iglesia católica».

Uno de los santos del siglo XX que más profundizó en esta cuestión fue el Padre Pío de Pietrelcina, quien dejó escritas una infinidad de anécdotas sobre su ángel de la guarda. Este sacerdote italiano, públicamente reconocido y admirado por Juan Pablo II, podía escuchar a su custodio con total nitidez durante sus oraciones. Y no sólo eso, sino que también escuchaba a los ángeles de otros fieles cuando se encomendaban a él. Uno de los múltiples testimonios que se recogieron en la causa de beatificación del sacerdote fue el de un joven de California afincado en Italia. En cierta ocasión, el estadounidense rogó a su protector angelical que le hiciese llegar al Padre Pío una súplica de oración. Pasados unos días, el sacerdote encontró al joven en la iglesia y, según éste relató a los postuladores de la causa de la beatificación ─las personas encargadas de estudiar la vida del Padre Pío para verificar si fue o no un santo─, le preguntó sobre el espinoso asunto que le había transmitido el ángel de la guarda. Para sorpresa del californiano, el sacerdote conocía los detalles de su situación antes de que él mismo se los relatase.

Pero las fuentes sobre estos mensajeros y escoltas del alma no se agotan en las experiencias personales de tal o cual santo. También la Biblia habla de la actuación de los ángeles custodios, como cuando el arcángel Rafael explica a Tobías cómo le ha cuidado en sus viajes (Tb 12) o cuando Jesús se refiere a los protectores de los niños (Mt 18,10). En otra parábola, el mismo Cristo hace mención a los ángeles que llevan el alma de un mendigo «al seño de Abraham» (Lc 16,22).

¿SUTILES PERO INCOMPETENTES?

Quizá la lectura de este reportaje esté suscitando en usted algún tipo de emoción. Un pálpito, una ocurrencia. No la ignore. Porque como afirma Sesé, puede estar inspirándola su ángel en este momento: «Su forma habitual de tratarnos y actuar es discreta y oculta, así que muchísimas veces nos ayuda o sugiere cosas sin que sepamos que han venido de él: podemos atribuirlo a "ocurrencias" o "casualidades", pero sin su intervención no hubieran ocurrido o no lo hubieran hecho de la misma forma». Algo lógico si tenemos en cuenta que suele desempeñar su misión «como un amigo, un guardián que le protege contra las tentaciones y peligros para su alma, ayudándole en sus luchas y dificultades interiores, con gran frecuencia en sus necesidades materiales y que presenta sus oraciones, deseos y buenas obras ante Dios, adorando y agradeciendo al Señor en nombre de su protegido». En suma, que no sólo actúa como guardn en la Tierra sino que ejerce de abogado defensor en el cielo y como emisario de nuestras necesidades. De hecho, el mismo nombre de ángel significa mensajero.

Un caso práctico sobre cómo actuaría su ángel de la guarda podría ser este: en una misma mañana usted tiene la intención de criticar a un compañero de trabajo, consigue un ascenso y pasa más tarde junto a un indigente. Entonces su custodio intentará disuadirle de lo primero, apelando a su conciencia, y moverá su corazón para que ayude a quien tiene menos. Si no hace caso de sus sugerencias volverá a la carga y le hará sentir la necesidad de acudir al sacramento de la confesión para limpiar su alma de envidias y falta de caridad. En ese momento él presentará a Dios sus oraciones de perdón y trasladará al Señor su agradecimiento por la mejora laboral que le ha otorgado.

Sin embargo, si todos los hombres a lo largo de la Historia han contado con la ayuda de un ángel, ¿qué es lo que falló en la relación de Stalin, Lenin o Hitler con el suyo? O en la de aquellas personas que, en cuanto pueden, se la juegan al que tienen más cerca. ¿Acaso hay ángeles custodios incompetentes? La solución es más sencilla. Francisco Javier Sesé recuerda que «el ángel de la guarda, como Dios mismo respeta totalmente nuestra libertad», por eso los custodios de los genocidas antes mentados no pudieron impedir sus crímenes, ni el de Ben Laden que éste planificara los atentados del 11 S. Harían lo posible para evitarlo, que aunque los ángeles no pueden hacer el mal si pueden desaconsejarnos ciertas acciones contrarias al plan de Dios. Pero es que, además, parece poco probable que Stalin, Lenin, Hitler o Ben Laden hablasen con sus respectivos guardaespaldas espirituales.

Si usted quiere facilitarle el trabajo a su ángel de la guarda, no olvide que éste actuará más y mejor en la medida que acudamos más a él, a través de la oración. Ángel Castaño recuerda que «el destinatario de nuestra oración es siempre, y por encima de todo, Dios mismo», pero pedir la intercesión de nuestro protector «nos enseña a ponernos ante él como un amigo que pide ayuda a otro». Así, rezamos a los ángeles sabiendo que ellos llevarán nuestra oración a Dios y que lo que pedimos «es una gracia concedida, no una conquista».


CON EL PENSAMIENDO O EN VOZ ALTA.

Pero, ¿cómo hacerlo? ¿cómo hablar con nuestro ángel de la guarda? Si, como ya habrá podido comprobar, a su lado sigue sin aparecer el tipo de tirabuzones rubios ni el otro de traje negro, ¿hacia dónde mirar para plantearle nuestras cuestiones? Pues hacia dentro. Porque nuestro protector angelical no es como Dios, que nos conoce interiormente incluso mejor que nosotros mismos. No, él solo conoce de usted lo que le acompañase cada día de su vida. Lo que diga, muestre y demuestre consciente e inconscientemente. Para permitirle que nos conozcamos más y nos ayude mejor, «podemos dirigirnos a él con nuestros pensamientos y deseos, aunque también en voz alta como hacemos con el Señor», apunta el profesor Sesé.

Ya lo sabe. Tome nota de lo aquí expuesto, sin olvidar que su ángel no es objeto de idolatría ni sustituto de Dios, tan sólo un instrumento a su servicio. Quizá a partir de ahora, si estrechan su relación, sienta su alma más segura y cercana a Cristo. A fin de cuentas, es su escolta venida del cielo.



Este texto ha sido extraido del número 1 (febrero 2007) de la desaparecida revista Chesterton y fue escrito por José Antonio Méndez. Yo he añadido un par de cosillas sin importancia.

Películas con ángeles comentadas en este blog:

Ángeles y demonios.
City of Angels. 

 

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