domingo, 15 de mayo de 2016

La bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra (2015)


La bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra es un drama de arte y ensayo realizado en coproducción entre Brasil, Canadá, EE. UU. y Gran Bretaña escrita y dirigida por Robert Eggers.


La primera vez que vi el tráiler, en septiembre del año pasado, ya me olía yo que esta iba a ser una de estas películas de terror del siglo XXI, o sea nada de miedo y mucho de arte y ensayo, pero desgraciadamente tengo predilección por el señor Esteban Rey digoooo, Stephen King y al leer que dijo que salía asustado de una proyección especial a la que debió haber acudido me dije: no creo que me engañe el rey del terror y... No vuelvo a fiarme de él ni aunque después de leer mis historias diga esa frase tan característica en los libros de misterio de los ochenta:  «He visto el futuro del terror. Su nombre es (Nombre del escritor). Stephen King» Y eso que sé que mis historias son buenas.

Otra cosa con la que me picó la curiosidad fue leer que los satanistas useños decían que era muy real y hacían pases para que la gente la viese. ¿Qué habrá? Me preguntaba. Contó con un presupuesto de 3,5 millones y lleva recaudados más de 30 a nivel mundial. 


La película comienza avisándonos que es de arte y ensayo, pantalla en negro sin sonido. La historia se sitúa en la Nueva Inglaterra del siglo XVII en la que era mayoría distintos grupos de fanáticos protestantes, años antes de Warlock. Una familia es expulsada del pueblo en el que residen y deciden buscar un sitio mejor en el que vivir. William (Ralph Ineson) es el padre, Katherine (Kate Dickie), la madre, Thomasin (Anya Taylor-Joy, muy guapa) la hermana mayor, Caleb (Harvey Scrimshaw) es el segundo, luego van Mercy (Ellie Grainger) y su mellizo Jonás (Lucas Dawson) y un bebe llamado Samuel. 


Al poco de llegar a ese nuevo sitio Samuel desaparece, es secuestrado por una bruja que no le trata con mucho cariño. La familia lo pasa mal, la madre no se habla con la hija. La cosecha no va muy bien. Hay tiranteces. El hermano quiere a su hermana, pero empieza a mirarla mucho el escote. 


Los mellizos están todo el día jugando y cantando canciones que hablan sobre el macho cabrío de la familia, al que llaman Jack el negro, y dicen que les susurra. Más problemas del siglo XVII en una familia protestante. El padre y el hijo salen a cazar para poder comer y aparece un conejo con una cara de malo que... Vuelven a casa sin nada. La madre dice que Thomasin ya tiene edad para servir en alguna casa y deciden llevarla al pueblo, pero Caleb trata de que no sea así. Desgraciadamente para él es atrapado por una bruja. Aparece una noche lluviosa, pero... Más problemas en una familia protestante del siglo XVII.


Y llega el final que hizo que me viniese a la cabeza el cómo fue posible que se rodara esta película. He leído que los editores y los ejecutivos de las productoras deciden si algo es bueno o no leyendo las cinco primeras páginas. Seguro que cuando el director y escritor de esta presentó el guion no leyeron más de esas cinco primeras páginas, le preguntaron que de qué iba y en lugar de decir que era un drama dijo que era de miedo. Al productor los ojos se le convirtieron en símbolos de dólar y dio su visto bueno. La película se rodó y a última hora el director y guionista cayó en la cuenta de que les había prometido una de miedo y rodó lo primero que se le ocurrió, porque el final es muy ridículo.



Como drama hubiese funcionado, sin ese estúpido final. 

Un truñín y eso que la ambientación es estupenda y las interpretaciones muy buenas. 

La fotografía es especial , se rodó con luz ambiente y curiosamente en un formato en desuso que no llega a llenar la pantalla. 

El doblaje es muy, muy bueno. 

De la banda sonora se encarga Mark Korven. Y, como en casi todas las películas de arte y ensayo, está bastante bien. Minimalista. Los momentos con coro «homenajean» al Requiem de Ligeti.



NOTA 5,0028042 DE 10

Esperad a que la echan por la tele. Me da rabia que esta se haya estrenado en cine y la de Las últimas supervivientes,  que le da mil vueltas,  no. 

Después de la película nos acercamos a Fuensaldaña a ver el Castillo prohibido, y aunque no es para tirar cohetes al menos más entretenido que la película fue. 


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