No va a mover la ruleta del ratón por usted mientras lee este reportaje, pero en este preciso instante lo está leyendo a su lado. Esta mañana desayunaron juntos y la última vez que entró en un bar también le acompañó, aunque no tuviese que pagarle el café. Es su ángel de la guarda; el guardaespaldas que Dios le ha asignado. Pero tranquilo, no se asuste, ni se ría... no se trata de una broma. Renuncie a buscar a su alrededor un tipo de tirabuzones rubios y alas blancas.