A un hombre mayor le está entrevistando un periodista en plena calle. El hombre entrevistado se expresa del siguiente modo:
«Soy hijo de exiliados, hasta la transición no pudieron volver a España por culpa de Franco. A mi padre, pobrecito, no sabíamos ni dónde enterrarle. Mi madre estuvo muchos años en una silla de ruedas. Debido a mi avanzada edad mi salud es delicada y cada dos por tres estoy en el hospital, no gano para medicinas. Mi santa esposa es inmigrante. Tengo tres hijos con ella. De los tres, solo trabaja una, la mediana, y dice que no cobra nada (aunque algo se lleva a escondidas). Todos, incluidos los nietos, viven de mi asignación. La mayor se acaba de divorciar, su marido le daba a las drogas y al alcohol y la ha dejado con dos niños. Al marido de la mediana le han pillado robando y se pasa bastante tiempo en los juzgados. El pequeño de mis hijos aún no se ha ido de casa, se casó con una divorciada y la trajo a vivir con nosotros. Esa señora antes trabajaba, tenía un muy buen puesto, pero desde que vino a casa no da ni palo. Ahora tienen dos niñas, que también viven bajo nuestro techo... y para colmo desde hace unos cuantos años, con lo de crisis, casi no hemos podido ir de vacaciones... Es que, ni pude celebrar que España ha ganado el mundial...»
El periodista abre los ojos como platos y dice: