El fin de semana pasado me compré un accesorio para salir a correr de esos en los que metes el móvil y vas tan pancho despreocupándote de si se te caerán los pantalones, en caso de llevar bolsillo, o si te tocará ir con el aparato (musical) en la mano mientras corres.
El caso es que no me daba el brazo así que me lo coloqué en el antebrazo, a modo reloj, que diantres... a modo Bioman.
Salí a correr, mis dos o tres minutos diarios porque ya más no aguanto, y al rato un amigo me llamó. Me detuve, giré la muñeca, toqué la pantalla para descolgar y hablé. Y según digo Hola me fijo que un crío pequeño, de no más de seis años, me está mirando y de una manera que trataba de ser disimulada avisa a un amigo suyo para que mire también.
Entonces caigo en cuenta que les había llamado la atención la manera en la que tenía el móvil, no creo que pensaran que era un móvil, así que seguí hablando con mi amigo pero le solté un par de frases del tipo: «Creo que esos extraterrestres van a atacarnos» y «Me han estado siguiendo un buen rato» con el consecuente desconcierto de mi amigo que me decía que si estaba tonto.
Acabó la conversación, mi amigo colgó y yo continué hablando, solo dos frases:
«Teletranspórtame. Pero ahora no (me giré para darle más emoción a la cosa) que me están mirando, dentro de cinco minutos»
Y volví a mi práctica deportiva, mirando de soslayo a los críos que tenían los ojos como platos.