Durante el rodaje del primer episodio, o cuarto, según se mire, de La guerra de las galaxias se hicieron seis copias del casco para poder sustituirlo en caso de que se fuera rompiendo.
Al terminarse de rodar, Allan Croucher, uno de los empleados pidió quedarse con un par y se los dieron. Uno de los cascos se lo dio a un amigo y el otro se lo envió años después a un sobrino que tenía en Australia, junto a un par de objetos de la película Flash Gordon en la que también había trabajado. El chaval lo usó durante su juventud, pero al ir creciendo lo dejó abandonado y quedó olvidado entre otros muchos recuerdos.
Hace un par de años, poco antes del estreno de Rogue one, el chaval, ya adulto, se acordó de que lo tenía y consiguió encontrarlo. Lo llevó a Aron Challinger, un coleccionista de su ciudad que tras varias pesquisas, averiguó que era original y le tasó en 100.000 dólares.
¿Se lo comprará alguien?