Puente Mayor, Valladolid |
El Caballero Inventor
Sobre el caballero Jerónimo de Ayanz, nacido
en Pamplona hacia 1553, no se conocían apenas datos hasta 1988, más o menos.
Sin embargo, por sorprendente que esto pueda parecer, fue uno de los grandes
genios de la tecnología de su época. Superó, con creces, algunas de las invenciones
que había soñado Leonardo Da Vinci llegando a diseñar la máquina de vapor, los
equipos de buceo, el submarino, el aire acondicionado y otras invenciones tan
admirables como éstas. Pero no constituyó este su único mérito, ya que fue el
primer inventor del mundo en patentarlas e intentar explotarlas
industrialmente. Esto lo demuestran los documentos del Archivo de Simancas que
habían permanecido en el olvido y he dado a conocer recientemente.
Si su obra como inventor es asombrosa, la
vida de Ayanz fue el exponente del hombre polifacético, que cierra
brillantemente una época de genios. Originario de las nobles familias navarras
de los Ayanz y los Beaumont, fue paje del rey Felipe II, al que salvaría de un
atentado, lo que fomentó su amistad con el monarca. Intervino en todas las
campañas militares que el rey emprendió, asombrando a todos con su audacia y su
fuerza, pues decían de él que era capaz de doblar las lanzas y los escudos de
los enemigos con sus manos. Fue herido en varias ocasiones, lo que le valió dos
encomiendas de la Orden de Calatrava.
Como hábil político, fue nombrado gobernador
de Martos y regidor de Murcia. A él se le deben varias iniciativas, como la
construcción de un sistema de torres defensivas, y el impulso de la
agricultura, al regadío y a la industria de la región de Murcia. Allí emparentó
con una de las familias más ilustres, casándose con doña Luisa de Avalos.
Vuelto a la Corte, se hizo notar por su
habilidad en todos los campos de las artes. Componía música admirablemente y la
cantaba con una excelente voz de bajo.
Sobresalía en los lances del toreo a caballo e inventó uno propio. Como pintor
mereció figurar en los anales de Pacheco, el suegro de Velázquez. En fin, su
brillante personalidad mereció ser plasmada en versos por Lope de Vega.
Solo ensombreció su fama en esta época el escándalo
de su hermano Francés de Ayanz con una mujer a la que engañó. Don Francés fue
encarcelado por orden del virrey de Navarra, lo que hizo intervenir al propio
Felipe II, a instancias de don Jerónimo, su protegido. La actuación de éste
está por aclarar. Se decía que fue capaz de arrancar con sus manos en una
ocasión la reja de un convento. ¿Fue con este motivo? O fue quizás porque una
hermana de Jerónimo, llamada Leonor, tuvo que divorciarse. Ingresada en un
convento carmelita, su marido, primo de nuestro inventor, reclamó sus bienes
con insultos hacia la fundadora Santa Teresa con gran escándalo de la
congregación, hasta que la intervención de la Santa apaciguó los ánimos de tan
airado ex-marido.
Cuando fue nombrado administrador de las
minas del reino por Felipe II, Jerónimo de Ayanz visitó más de 500 minas,
haciendo ensayos de los minerales extraídos, y en este empeño estuvo a punto de
morir. Para las minas hizo sus más importantes invenciones, perfeccionando los
métodos de explotación, las balanzas de ensayo, los hornos, la metalurgia de la
plata, etc. Ideó por primera vez en el mundo, maquinas de vapor para extraer el
aire viciado y desaguar las minas. Como hemos dicho, sus patentes en este campo
se adelantaron un siglo a su época.
En la breve estancia de la Corte en
Valladolid a principios del siglo XVII, Ayanz quiso probar ante el rey sus
invenciones. Llamó poderosamente la atención el que un buzo pudiera estar
sumergido más de una hora en el fondo del rio Pisuerga, cosa insólita en la
época. Para poder explotar sus inventos, formó una compañía que intentó hacer
efectivos los equipos de buceo en el rescate de tesoros hundidos y en la
extracción de perlas en la isla Margarita.
En las minas de Guadalcanal, cerca de
Sevilla, utilizó sus máquinas para intentar desaguar esa antigua rica mina de
plata abandonada. Al parecer si no lo consiguió fue debido al engaño de sus
socios. En los últimos años de su vida, considerado como un sabio, era
consultado para resolver los problemas científicos que se plantearon en su
tiempo, entre ellos la difícil solución de conocer la posición de un barco en
alta mar. No lo consiguió, como tampoco llegaron a resolverlo otros científicos,
como el mismo Galileo.
Jerónimo de Ayanz murió en Madrid el 23 de
marzo de 1613 y mandó que le enterrasen en las capillas de su mujer en
Murcia. Sus hijos habían muerto antes
que él y heredaron sus posesiones su mujer, Luisa de Avalos y su sobrino
Jerónimo de Ayanz y Javier, notable de la Corte.
Después de la muerte de Jerónimo de Ayanz y
Beaumont nadie intentó proseguir sus invenciones, que quedaron olvidadas en los
archivos hasta hace unos pocos años. Muchos de sus inventos fueron puestos en
práctica durante la Revolución Industrial inglesa, sin que nadie reivindicase
que ya habían sido patentados en España.
Por ejemplo en 1702, el inventor inglés Thomas Savery realizó una máquina
de vapor similar a la que un siglo antes había patentado Ayanz, iniciando así
el desarrollo incomparable de una industria que tuvo como protagonistas a
hombres como Newcomen y Watt , todos ellos ampliamente celebrados como los
grandes inventores de la máquina de vapor, mientras Ayanz ha permanecido
completamente olvidado.
Nicolás García Tapia
Publicado el 25 de noviembre de 1998
en EL NORTE DE CASTILLA.
Más información en este libro: Jerónimo de Ayanz y Beaumont: un inventor navarro del mismo autor que este artículo, en esta otra entrada o en el vídeo de aquí debajo...