martes, 7 de abril de 2020

La muerte de Stalin (2017)


La muerte de Stalin es una coproducción entre EE.UU., Francia, Bélgica, Canadá e Inglaterra de humor dirigida por Armando Iannucci basada en la novela gráfica homónima de Thierry Robin y Fabien Nury. 


Cuando salió el tráiler tuve la intuición de que iba a ser una buena película, desgraciadamente no pude ir al cine a verla así que ahora que tengo bastante tiempo lo he hecho. Es de lo mejorcito que he visto en años.



Esta película ha contado con un presupuesto de 13 millones y ha recaudado a nivel mundial unos 25. Ha sido prohibida en Rusia y algún otro país del entorno soviético. 



El director tuvo que rebajar el tono de algunas de las cosas que aquí se cuentan porque, aunque reales, parecían increíbles. Como por ejemplo la escena inicial del concierto, aunque en realidad sucedió unos años antes de la muerte del dictador y no la misma noche, y la cantidad de medallas que Zhúkov lleva en el uniforme, las que llevaba el verdadero eran muchísimas más que la que aparecen en la película.

Otras anécdotas quedan bien reflejadas como lo del accidente del avión del equipo de hockey soviético al cargo del hijo de Stalin y como este ante el terror a lo que pudiera hacer su padre creó un equipo nuevo, o la de como Beria tras forzar a las mujeres las regalaba un ramo de flores y si estas lo cogían significaba que no las había forzado y no podían denunciar, o la de como Stalin había ordenado que no se le molestase mientras estaba durmiendo bajo ninguna circunstancia con castigos que podían llevar hasta a la pena de muerte y por eso los guardias no hacen nada al escuchar como cae.

Pero vamos a la película. 

Comienza con un concierto en la emisora estatal, el director del programa recibe una llamada del dictador  (Adrian McLoughlin) emplazándole a llamarle unos minutos después. 
Acto seguido vemos al dictador y algunos de los que mandaban en aquella dictadura: Beria (Simon Russell Beale), Malenkov (Jeffrey Tambor), Kruschev (Steve Buscemi)  y Molotov (Michael Palin). Stalin la da a Beria una lista con gente a la que asesinar y comienza otra divertida noche de terror en el paraíso socialista.



El director de la radio llama a Stalin y este le dice que quiere una copia del concierto, pero el concierto ya acabó y no se había grabado. El terror a acabar en Siberia o en una cuneta hace que vuelvan a repetirle con gente traída de la calle. Una vez acabado le dan la copia a los soldados que vinieron a buscarla y Maria Veniaminova (Olga Kurylenko), la pianista, deja una nota en el interior de la grabación.


Los políticos se van a su casa y Stalin pone la grabación del concierto mientras se prepara para dormir, encuentra la grabación de la pianista y le hace tanta gracia que le da un infarto. Al día siguiente llega la sirviente y le encuentra tirado en el suelo. Avisan rápidamente a Beria, que llega el primero y se dedica a deshacerse de papeles. Buscan a médicos que puedan tratar al dictador, pero resulta que habían ordenado el asesinato de todos los buenos. Así que recurren a alguno que sobrevive oculto. Stalin parece que se recupera durante unos minutos, pero acaba muriendo. A partir de este momento comienzan las intrigas para hacerse con el control. Beria trata de quedar bien con el pueblo haciendo que paren los arrestos, fusilamientos y liberando a unos cuantos. 



Tanto Beria como Krushev tratan de influir en Malenkov, que es quien alcanza el poder tras la muerte del dictador. Krushev se va camelando al resto, porque ninguno traga a Beria, mano izquierda del dictador y encargado de hacer cumplir las listas de asesinatos, además de feroz depredador sexual, como ya comenté. Todos los políticos tratan de tener de su lado a los hijos del dictador, que actúan como niños mimados, prometiéndoles protección. 



Poco antes del funeral aparece en escena el mariscal Zhúkov (Jason Isaacs), que se pone del lado de Krushev y deciden deshacerse de Beria...




Y hasta aquí puedo leer.

En serio, me ha parecido un peliculón. Desde el primer momento combina la tensión con la comedia. La ambientación es estupenda, el clima de terror en el paraíso socialista era tan brutal, que aún representándolo en una comedia asusta. Un detalle me ha parecido gracioso y es que, siendo ateos como eran, mencionen cada poco lo sagrado, seguro que es una licencia, pero no andará muy lejos de la realidad.

Los actores están de 10.

El doblaje es estupendo.

La banda sonora de Christopher Willis es una maravilla, acompaña perfectamente lo que vemos y nos hace sentir la tensión en todo momento. Es una música más cercana a las composiciones clásicas que a las bandas sonoras. 




NOTA 9,0179312 DE 10

Os la recomiendo si queréis pasar un muy buen rato. Es, como dice el título de la melodía que os he puesto, una comedia de terrores.

Para conocer un poco de la vida de ese criminal y su ideología, admirados por gente despreciable, os dejo un par de documentales (1 y 2).



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